ZONAS MONTAÑOSAS

































 




DESCRIPCIÓN Y ETAPAS


El peregrino, en su camino hacia poniente, tendrá que atravesar lugares con una altitud de más de 1.200 metros. A ellos nos vamos a referir como “zonas montañosas” pues no en balde serán las máximas alturas que hollaremos y en las cuales es muy probable que haya nieve.
No obstante, y dada la dificultad que podemos encontrarnos (a poco que nos descuidemos), no nos cansaremos de insistir en que siempre existen itinerarios alternativos por carretera que obviarán los problemas que puedan dimanar de dicha circunstancia; así, estos itinerarios alternativos están perfectamente reseñados en los mapas que se incluyen al final de esta obra y que deberán ser seguidos ateniéndose a los consejos que se dan a tal efecto.
En longitud, no supone una parte importante del total del Camino (aproximadamente unos 37 kilómetros entre las tres grandes zonas – es decir, el 5% del total-) aunque sí supone una parte sustancial en cuanto a sus valores paisajísticos y emocionales.

En primer lugar, tendremos que enfrentarnos con los Pirineos (siempre y cuando hayamos comenzado en el país galo). Dada la belleza del entorno  y la emoción de entrar en España atravesando la formidable cadena montañosa pirenaica, es aconsejable que, siempre que se pueda, comencemos, al menos, en Saint-Jean Pied-de-Port. Esta ciudad, a 163 metros de altitud, marca el inicio del ascenso al paso llamado “Collado de Bentarte” (1.344 m.) y, posteriormente, al Collado de Lepoeder (1.429 m.). La carretera de Valcarlos (altitud máxima en el Alto de Ibañeta: 1.067 m.) se presenta como la alternativa razonable y aconsejable para esta época del año. Siempre que preveamos que pudieran darse nieblas, ventiscas o nevadas, no nos hagamos “los héroes”. Valcarlos (itinerario alternativo –ver esquemas al final del blog-) es la única opción razonable a todas luces.
          

Continuamente se nos advierte de lo peligroso que resulta transitar por la llamada ruta de Napoleón en condiciones climatológicas adversas. En este cartel, situado a la altura del refugio de Orisson (abierto sólo de abril hasta octubre), se nos hace esa advertencia en cinco idiomas y se nos recomienda ir por el otro itinerario: Valcarlos. En invierno podemos entender que siempre estemos en condiciones adversas (puede haber grandes placas de hielo incluso con un magnífico día) Si no estamos MUY BIEN preparados, no vayamos por aquí. Los crampones –pequeños, de cuatro puntas- son imprescindibles.
SAINT-JEAN PIED-DE-PORT – RONCESVALLES
(por Lepoeder)  31.01.11


No obstante lo anterior, para aquellos que conozcan bien el mundo de la montaña y vayan equipados adecuadamente, es muy recomendable sentir la extraordinaria emoción del trayecto transpirenaico por la llamada “Ruta de Napoleón” (insistimos: sólo para los “expertos”). Por esta vía hay que salvar el nada despreciable desnivel de unos 1.267 metros para, a continuación, descender otros 478 y, así, llegar a nuestro destino: Roncesvalles. Esta senda pertenece a la mítica “Vía Aquitana” utilizada ya por las legiones romanas hace el nada despreciable tiempo de veintidós siglos.
El trayecto por la citada “Ruta de Napoleón” es francamente duro. No tanto por el desnivel en sí (perfectamente realizable para cualquier persona sana) sino por la dificultad añadida de la nieve que, a buen seguro, nos encontraremos en esta maravillosa época del año. Además, al ser la primera etapa de nuestro apasionante recorrido, ello conllevará que el cansancio haga mella en nosotros con más facilidad que en jornadas posteriores. Ni que decir tiene que nos mantendremos en todo momento muy atentos a las indicaciones que se nos presenten para no perdernos en estos parajes. Es imprescindible (en caso de optar por la ya mencionada “Ruta de Napoleón”) llevar unos pequeños crampones para atravesar las placas de hielo así como un buen saco de dormir por si tuviéramos que vivaquear a lo largo del recorrido pues el tiempo en la montaña es casi siempre impredecible y nos puede sorprender en cualquier ocasión. Se puede llevar una funda de vivac que podremos encontrar en tiendas especializadas y que, en algunos modelos, forman una especie de minitienda de campaña que, además, es extremadamente ligera. Sólo cabe una persona y la mochila. Suficiente. A cambio, se podrá disfrutar de una noche inolvidable con un cielo de un negro absorbente y con unas constelaciones que nos harán admirar, en todo su esplendor, nuestro “camino de las estrellas”.        


Estamos, aproximadamente, a una hora del collado de Lepoeder. El autor, en sus cuatro inviernos, siempre ha encontrado nieve atravesando los Pirineos (unas veces más, otras veces menos). Lo más peligroso no es que haya mucha o poca cantidad pues normalmente suele estar dura y permite un paso relativamente cómodo, lo más importante es que no esté helada por fríos intensos pues ello aumentaría el riesgo de un resbalón lo cual, dado que estamos en parajes totalmente solitarios, podría tener consecuencias muy preocupantes. 
SAINT-JEAN PIED-DE-PORT – RONCESVALLES
(por Lepoeder)  23.12.06      

Las temperaturas nocturnas que soportaremos en el Collado de Bentarte (1.344 metros de altitud) o en el de Lepoeder (1.429 metros) rondarán algunos grados bajo cero, dependiendo del mes y de cómo “venga” el año. Por supuesto, yendo por el carolingio valle de Valcarlos no nos sorprenderán fríos extremos.
Si fuéramos por Lepoeder, las bajas temperaturas propiciarán una nieve frecuentemente helada que destellará ante nosotros formando un continuo arco iris parpadeante que se desplazará a nuestro paso. El silencio es dueño absoluto de estas altitudes mientras las montañas se dibujan con una increíble belleza en derredor conformando un digno marco para tan excelsa obra. La calma, la paz y el sosiego inundan todo por doquier siendo un momento mágico para mantener la mente “en blanco” y dejarnos arrastrar por las siempre interesantes y emotivas sensaciones que nos invadan...
En este sentido y referido a este tramo, debemos hacer una muy especial aclaración: en el año jacobeo del 2010, habida cuenta de los problemas que este recorrido presenta para muchos peregrinos que se aventuran por la ruta de Napoleón sin un conocimiento previo del itinerario a seguir y que por añadidura tienden a ser un poco despistados, se ha habilitado una señalización que casi podríamos calificar de “sobreabundante” pues se han instalado numerosos postes informativos que continuamente nos indican en dónde estamos y cuánto nos falta para llegar a los hitos que se reseñan. Ello es una buena noticia pues ayuda a evitar los tan temibles despistes mas quita en gran parte la sensación de estar en lugares "medievales"... Bueno, no queremos incidir mucho en esto pues es muy opinable y, desde luego, siempre es importante aumentar la seguridad.
Así, abundando en el tema, podemos decir que, incluso, ya bien avanzados en nuestro camino –pero antes de llegar al Lepoeder- se ha construido un refugio de piedra que alberga en su interior una agradable chimenea, una repisa en la cual poder dormir en caso de apuro, algo de leña (por lo menos había leña cuando el autor estuvo inspeccionando esta nueva construcción), un mechero, papeles y un avisador de emergencia que se pone en funcionamiento apretando un botón a tal efecto. Se trata de un intercomunicador que nos pondría en contacto con el correspondiente auxilio en caso de imperiosa necesidad. 


Huellas de crampones y botas en la gélida superficie del ascenso pirenaico. El hielo está presente en casi todo el trayecto: hay que extremar la precaución. Si no tuviéramos experiencia ni fuéramos bien pertrechados, no debemos dudar NUNCA en seguir el itinerario alternativo: el legendario valle carolingio de Valcarlos. Es de significar, una vez más, –y debemos tenerlo muy presente- que esta etapa, y por esta ruta del Lepoeder, puede que sea la más peligrosa de todo el Camino.
SAINT-JEAN PIED-DE-PORT  –  RONCESVALLES
(por Lepoeder)  22.12.05

Pero veamos de una manera pormenorizada a qué debemos “enfrentarnos” en ésta nuestra primera toma de contacto con las que daremos en llamar “las alturas”.
Perfectamente podría servir a nuestros propósitos, como ya se ha apuntado, el comienzo en la hermosa ciudad de Saint-Jean Pied-de-Port para, atravesando el río Nive por su puente medieval, llegar a la calle llamada “rue d’Espagne” que a pesar de los años transcurridos, sigue desafiando el paso del tiempo conservando la esencia, lo primigenio, el color  de lo que fuera desde las pretéritas épocas medievales. Así pues, ésta constituirá nuestra...



Primera etapa
           

Después de recorrer la rue d’Espagne, pasamos y dejamos atrás los maltrechos muros de la antigua muralla y, tras observar un poste de madera con la indicación GR65 –que no habremos de abandonar- nos enfrentamos con un duro repecho, no muy largo, que ya nos anuncia lo que nos espera en los kilómetros venideros.
Sin ánimo de ser reiterativos, debemos tener muy en cuenta que esta etapa ostenta el récord de peregrinos extraviados. Unas veces por tormentas de nieve o por las espesas nieblas que frecuentemente suelen hacer acto de presencia y otras, ya bajando por el espeso bosque que llega hasta Roncesvalles, por los mismos motivos o, más frecuentemente, por despistes ante la difícil tarea de ir identificando en invierno el camino correcto. Por eso es muy conveniente salir muy temprano ya que son nuestros primeros kilómetros y todavía no tenemos las piernas acostumbradas al diario ambular. No deberemos forzar el paso pues tenemos que saber que las tendinitis están a la orden del día en aquellos que quieren llegar los primeros “adelantando a los demás” o, simplemente, queriendo llegar lo antes posible. Debemos ascender sin prisa pero sin pausa. Nunca nos agotemos (ocurre aun sin darnos cuenta) ya que lo pagaremos caro en las etapas siguientes. Cada peregrino deberá ir a su paso; acompasando su caminar a la pendiente y a su resistencia física; sin cansarse más que “lo estrictamente necesario”.



Vivac realizado por nuestro protagonista en el mismísimo Lepoeder. Ya hemos apuntado que cuando hay nieve tenemos que extremar la precaución y no debemos marcarnos metas en cuanto al tiempo pues nunca se suele dar el resultado que esperamos. Siempre hay que dejar, en estas circunstancias, un holgado margen para los imprevistos de todo tipo que se puedan presentar. En este caso, nuestro protagonista, ante la posibilidad de que se le echara la noche encima estando en medio del bosque que tenemos que atravesar a continuación, optó –a las tres y media de la tarde- por establecer su campamento en el collado y pasar la noche en espera del nuevo día.
SAINT-JEAN PIED-DE-PORT – RONCESVALLES
(por Lepoeder)  23.12.06

Pero sigamos con nuestro recorrido... Continuaremos ascendiendo por una pista asfaltada mientras el horizonte, lentamente, se va retirando para ofrecernos un pequeño adelanto de los majestuosos paisajes que disfrutaremos a continuación Al fondo, como si de una isla se tratara en medio de un turquesa océano, la ciudad de Saint-Jean va quedando en el recuerdo. Así, poco a poco, entre montes tapizados de un intenso verde, con bosquetes diseminados y dejando atrás algunas casas agrupadas como Iruleya o Erreculus, llegaremos a la pequeña población de Honto. A no mucha distancia, una pequeña senda da algún descanso a nuestras botas –acortando en las curvas- para, algo más adelante, encontrarnos nuevamente con el asfalto. Llegaremos a una fuente y, más allá, un magnífico mirador hará nuestras delicias… “Sur les chemins de St.-Jacques de Compostelle / Vue sur le Pays de Cize” reza una sencilla leyenda enmarcada en una vieira. Naturalmente, en invierno es frecuente que la anunciada “vista” sea de no muchos metros ya que las nieblas se suelen enseñorear de estos lugares. La carretera sigue discurriendo entre alambradas que, a poco que nos descuidemos, estarán decoradas con finos adornos de gélida factura. De vez en cuando, en algún piadoso grupo de piedras, veremos la versión francesa de nuestras flechas amarillas. En efecto, ese pequeño rectángulo acabado en punta por uno de sus lados menores, con el símbolo universal de la vieira y con la indicación de la siguiente localidad importante (en nuestro caso, “Roncevaux”) nos guiará en caso de tener alguna duda al respecto. Ya falta menos para divisar el refugio de Orisson que se encuentra completamente cerrado en esta época del año. Es una lástima, pero también es cierto que las soledades a las que nos tendremos que enfrentar son uno de los alicientes de esta fascinante etapa. No es raro encontrar gran cantidad de grandes aves que desde las alturas nos observen con mal disimulada curiosidad o recios caballos que, desafiantes ante el mal tiempo o con las bajas temperaturas, pasten tranquilamente en las empinadas laderas mirándonos de reojo y pensando quién sabe qué de esos humanos de tres pies y gran joroba que, coloridamente ataviados, pasan delante de sus crines ondeando al viento.

El paso de los Pirineos en invierno siempre ha constituido para el autor un momento muy singular y siempre esperado con ilusión y arrojo mal contenidos. Lo incierto del camino, lo imprevisible de la meteorología, el riesgo siempre existente, aunque controlado, supone una carga de adrenalina de la que es difícil sustraerse. En el invierno 2010-2011, el autor encontró una nevada reciente de la que pudo disfrutar en plenitud. En la fotografía, el Camino a cinco minutos de la Fuente de Roldán
SAINT-JEAN PIED-DE-PORT – RONCESVALLES 
(por Lepoeder)  01.02.11


Aún tardaremos algo en llegar al desvío que conduce hasta la localidad francesa de Arnéguy para, después de unos dos kilómetros -y ya muy posiblemente rodeados por un inmenso manto blanco-  llegar a un lugar en el cual el repecho se suaviza de forma considerable y en donde encontraremos varias indicaciones informándonos que debemos abandonar la carretera por su lado derecho para, ahora sí, adentrarnos monte a través y salvar, nada más y nada menos, la formidable Cordillera Pirenaica… “-Fontaine de Roland 0h30” y debajo, en un cartel partido por su lado izquierdo en caracteres anaranjados sobre fondo azul oscuro que está frecuentemente cubierto por innumerables trazos de nieve helada, podemos leer “2h45” y el símbolo de un albergue que, sin duda, se refiere al de Orreaga-Roncesvalles. Si vamos atentos no podremos despistarnos.
Hasta aquí habremos visto cómo las matas, habiendo sido azotadas por la implacable ventisca, tiene toda la nieve caída en el lado contrario al viento, como si los copos, desesperadamente, se hubieran agarrado con fuerza para no seguir siendo arrastrados en la vorágine de su furia. Estos copos, cuando quedan helados, forman filigranas tan fantasiosas y descarnadas que nos sorprenderán. (Ver fotografías en este mismo blog).

Mas volvamos a nuestro escenario… En este lugar, a la derecha, a unos cincuenta metros, se desdibuja la silueta, más o menos visible dependiendo del grado de niebla, de una recia y discreta cruz de piedra rodeada por una gruesa cadena y en cuyo lugar son depositados por los piadosos peregrinos a modo de exvotos todo tipo de objetos: fotografías, rosarios, cruces de la más diversa procedencia, breves escritos en papel con los más íntimos anhelos, velas protegidas que se encienden para iluminar alguna petición o deseo... 



Normalmente, a partir del refugio de Orisson (siempre cerrado en invierno) encontraremos ya la nieve. Depende, por supuesto, de cómo venga el año, pero en mayor o menor medida ya veremos nieve desde aquí o, en el “peor de los casos” algo más arriba aunque no mucho. Es en esta zona en la cual debemos poner una muy especial atención pues la carretera suele estar helada con mucha frecuencia y si no andamos asegurando cada paso, es más que probable que demos con nuestros huesos en el suelo. La fotografía está tomada unos quince minutos antes de abandonar la carretera, ya invisible a estas alturas.
SAINT-JEAN PIED-DE-PORT – RONCESVALLES
(por Lepoeder)  22.12.06

Los paisajes que disfrutaremos a continuación serán arrebatadores. Las montañas nos cerrarán el horizonte con sus helados reflejos y propiciarán una sensación de soledad difícilmente explicable. El viento hará que nos abriguemos mejor y que nos estiremos un poco más los guantes para no dejar nada a la intemperie.

Lo ideal sería que el tiempo estuviera despejado para que no existiera ningún riesgo de extravío. Así, cuando abandonamos la carretera, subiremos un pequeño repecho para dirigirnos a un pequeño collado que hay entre unas pequeñas crestas que veremos a nuestra derecha y un montículo más prominente que hay a continuación de la citada vaguada. Todo lo anterior queda a nuestro frente y algo a la derecha. Un cartel de madera -muy bajo-, terminado en punta de flecha que casi con toda seguridad sea totalmente ilegible por estar tapado por el hielo, nos indica en grandes letras “Roncevaux”. Según subamos pasaremos al lado de unos puestos de caza. Tras la pequeña vaguada, dejaremos detrás de nosotros la zona de pequeñas crestas rocosas para seguir por un camino de unos cuatro metros de ancho (en algunos lugares bastante menos) que hiere la pronunciada pendiente por la que caminamos. En seguida comenzaremos a encontrarnos con una arboleda que presentará, seguramente, sus ramas cubiertas de un blanco que, con la luz del sol, nos deslumbrará aun a pesar de llevar nuestras gafas adecuadas para zonas de nieve (imprescindibles) A nuestra derecha, acompañándonos en nuestra soledad, una aplanada montaña que parece estar a la misma altitud de nuestro paso, nos sorprenderá con su brillo de nieve helada. Tengamos cuidado en estos tramos ya que el camino se estrecha peligrosamente en alguna ocasión por lo que no nos podemos permitir “el lujo” de tener un resbalón ya que si así fuera podríamos resbalar por la ladera y no parar hasta mucho más abajo… Precaución siempre. Si vemos que la nieve puede presentar problemas por estar helada y resbaladiza, pongámonos los crampones (imprescindible llevarlos –como ya se indicó en su momento-) para evitar cualquier percance. Por la izquierda tendremos la inclinada ladera que asciende con rocas diseminadas y ralos arbustos que reflejan el sufrimiento en su porte. Por la derecha, los grupos de arboledas que intentan, agrupadamente, acompañarnos. Además, estos metros que estamos describiendo para seguridad de nuestro futuro peregrino del invierno, se encuentran en zona de umbría, en donde el sol sólo da ya muy entrado el día… No hace falta decir lo que ello significa.



El paso invernal por los Pirineos siempre habrá de tener nieve (salvo que lo hagamos por el valle de Valcarlos). La única diferencia es en dónde comenzaremos a ver y a hollar el blanco elemento. Unas veces, en años de especiales fríos y precipitaciones, nos encontraremos la nieve a la altura del refugio de Oricsson (en el invierno 2012-2013, incluso antes); sin embargo, en otros años de temperaturas especialmente benignas, la nieve aparecerá mucho más arriba. Esto fue lo que ocurrió cuando se realizó esta fotografía. Ya estaba terminando el invierno y la desviación que tenemos que tomar abandonando la carretera, no tenía nada de nieve. Ésta aparecía unos dos o tres kilómetros más adelante. A pesar de lo dicho, NO NOS CONFIEMOS NUNCA AL PASAR EL LEPOEDER. Siempre llevaremos crampones (livianos, de cuatro puntas) y material adecuado.
SAINT-JEAN PIED-DE-PORT – RONCESVALLES
(por Lepoeder)  08.03.09

Llegaremos a un punto en el cual el camino se junta a una alambrada que aparece en nuestro lado derecho; es la que marca la frontera entre España y Francia.
Algo más adelante, a un kilómetro aproximadamente, llegaremos a la zona que da paso al collado de Bentarte –a la ya nada despreciable altitud de 1.377 metros-  en donde encontraremos, metros antes, la llamada Fuente de Roldán, justamente después de una gran losa de piedra (se halla a la izquierda del camino) –que si hubiera mucha nieve no veríamos- y que nos indica lo siguiente: “Saint-Jacques de Compostelle 765 kms”  Aquí debemos tener una especial atención pues el agua –en la fuente- habrá formado peligrosas placas de hielo que tendremos que vadear con sumo cuidado; o, en su defecto, ponernos por unos momentos los pequeños crampones que llevamos con nosotros. Tras atravesar el cruce con la alambrada –que ya se dirige decididamente a nuestra izquierda, encontraremos una señal de madera que nos indica, sin lugar a dudas, qué dirección debemos tomar para llegar a Roncevaux / Orreaga –Roncesvalles- en su acepción francesa, vascuence (euskera) y castellana. Estamos en el collado de Bentarte. Ya estamos en territorio español.
Continuamos por una pista que estará totalmente nevada y nos adentramos en una zona de abundante arboleda con la compañía –a nuestra derecha- de otra alambrada que casi no nos habremos dado cuenta de cuándo se incorporó a nuestros pasos. Las desnudas ramas de los árboles se unen frecuentemente por encima de nosotros por lo que se crea un ambiente irreal en caso de estar nevados. 



En los calmos días, tras las desatadas ventiscas y las frías temperaturas nocturnas, podremos contemplar cómo el hielo adquiere connotaciones irreales sobre el fondo de un intenso y luminoso azul. Nos hallamos en otra dimensión, en otros parámetros, que no podremos olvidar fácilmente. Estas formaciones se producen cuando las ventiscas, en connivencia con las bajas temperaturas, estrellan la nieve contra algún obstáculo. Los copos, arrastrados violentamente, se “agarran desesperadamente” a sotavento. 
LAGUNA DE CASTILLA – O CEBREIRO 23.02.06
         
Precisamente en esta zona, entre los árboles, a nuestra izquierda, sin apenas haber reparado en su existencia hasta que no hemos estado justamente a su lado, nos sorprenderá la presencia de una sugestiva  sencilla, y emotiva cruz de piedra… “Por todo dad gracias a Dios” más abajo leemos: “Antonio Jorge Ferreira 29-8-53  13-1-02 Peregrino, Brasil” Escalofriante, sencillamente escalofriante. (El lector podrá ver una foto de esta cruz en las ilustraciones de la obra que tiene en sus manos –foto que al autor le produce una especial impresión y sobrecogimiento-).
Ya se ha indicado repetidamente que atravesar los Pirineos por la ruta de Napoleón no es algo que debamos tomar a la ligera. No debemos aventurarnos por aquí y sí por el valle de Valcarlos a no ser que seamos montañeros y que tengamos experiencia con la nieve y el hielo… O que ese año no haya nevado, claro… y aun así, existe el riesgo de un cambio repentino en las condiciones meteorológicas… informémonos convenientemente en Saint-Jean y obremos en consecuencia.  El riesgo de ir al Lepoeder es evidente en la estación invernal y NUNCA debemos menospreciarlo. A dicho peregrino brasileño, en el año 2002, le costó la vida su Camino de las Estrellas al ser sorprendido, como decimos, por una fuerte nevada. No tuvo tiempo de llegar a Roncesvalles. Descanse en paz.
                   

Dado que son miles y miles los peregrinos que recorren todos los años el Camino, es lógico pensar que puedan darse circunstancias de todo tipo. Así, a veces surge un infarto o un atropello por despiste, o cualquier otra circunstancia normal en la vida que lo mismo podría darse en la senda jacobea que en la ciudad de cada uno. Pero –tengamos esto muy presente- hay ocasiones en las cuales la “imprudencia” puede depararnos consecuencias fatales. Aquí vemos la cruz que recuerda el lugar en el que un peregrino brasileño fue sorprendido por una fuerte nevada. 
No pudo llegar a lugar seguro. 
SI NO ESTAMOS PREPARADOS, VAYAMOS POR EL VALLE DE VALCARLOS.
FUENTE DE ROLDÁN – COLLADO DE LEPOEDER  23.12.06
 
Continuaremos por la pista de tierra flanqueada por la arboleda hasta subir un pequeño repecho y volver a llanear repetidamente entre claros y arboledas. Poco después llegaremos a una explanada en la cual un poste de madera nos indica la dirección correcta ya que a nuestra derecha sale otro camino que no es el que hay que tomar. Tengamos presente que nuestra pista todavía tiene que seguir subiendo (la otra, la que no es, baja claramente) No obstante, también está señalizada con una “X” indicativa de que no es ese el paso correcto. Como parece lógico pensar, existen algunos otros caminos en esta zona, pero están debidamente señalizados para que no se siga por ellos. Debemos prestar mucha atención y, en caso de que las señales estuvieran cubiertas por una pátina del blanco elemento, si tuviéramos alguna duda, nos acercaremos y sacudiremos la nieve para comprobar su mensaje.
No obstante, ya hemos reflejado en las actualizaciones del texto que, con motivo del Año Jacobeo 2010, se ha señalizado todo este tramo con numerosos postes además de un refugio de montaña que habrá de estar abierto -es sólo una habitación sin ningún hospitalero aunque con un intercomunicador para casos de auxilio-.
Ahora dejaremos esta pequeña planicie rodeada de elevaciones, para, en pocos metros, cambiar de ladera. Ya, el monte se encuentra a nuestra derecha y el valle a nuestra izquierda… ¡Ah, pero qué izquierda!… Las nevadas y recortadas montañas cierran todo el horizonte por nuestra zurda. A nuestros pies se abre un profundo valle cubierto de densa arboleda. No es extraño que los peregrinos de la Edad Media sintieran auténtico terror cuando pensaban en atravesar la formidable cordillera… ¡Habían escuchado tantas historias de lobos, bandoleros, tormentas inmensas de nieve, extravíos de peregrinos que no volvían a aparecer!...



Año 2009. Mes de marzo. Dentro de unos diez días acaba el invierno y entra la primavera. Sin embargo, a pesar de la proximidad de la estación en la que despierta la naturaleza, el Camino de Santiago, a su paso por los Pirineos, sigue con bastante nieve. Nuestras huellas se marcarán con fuerza y nuestro corazón latirá acelerado. Debemos hacer una observación importante: cuando se camine por un sendero en forma de U –más o menos suavizada, claro- no debemos caminar por el centro pues por ahí, por abajo, corre el agua de la nieve derretida y se forman oquedades que debilitan la superficie. Si el peregrino invernal –sobre todo en estas avanzadas fechas en las cuales el calor ya derrite mucha nieve- anduviera por la zona media, corre un importante riesgo de caer en alguno de estos canales invisibles. Siempre deberá llevar su paso por lo laterales para evitar este riesgo. Los que están habituados a la alta montaña llegan a intuir, por el color de la nieve, los peligros que se puedan esconder bajo sus botas.
SAINT-JEAN PIED-DE-PORT – RONCESVALLES 
(por Lepoeder)  08.03.09

Seguiremos, empero, por un amplio camino que estará cubierto con una buena cantidad de nieve –normalmente semidura y de paso agradable- hasta llegar, tras un pequeño ascenso, al collado de Lepoeder desde el que divisaremos un horizonte tan dilatado que pareciera que estuviéramos en los mismísimos cielos. No es infrecuente disfrutar de un paisaje en el cual las nubes, en forma de nieblas o neblinas, se postren a nuestros pies rindiendo pleitesía ante nuestra “audacia” y, de paso, en justa recompensa, solazar nuestros sentidos. Los montes navarros están a nuestro alcance y los primeros pueblos españoles son perfectamente visibles desde aquí. Impresiona esta aérea vista. El autor ha vivaqueado en el collado de Bentarte y en el mismo Lepoeder. Llevando un buen equipo es una magnífica experiencia… Pero eso, siempre, llevando un equipo adecuado y con suficientes conocimientos de la alta montaña.
Debemos destacar que en este lugar, un poco desviado a la izquierda, antes de comenzar la bajada, hay una pequeña construcción de piedra que, en caso de apuro, también nos podría servir de improvisado cobijo…


Sólo si se tuvieran conocimientos de alta montaña y dispusiéramos de un buen material, podríamos atravesar los Pirineos por la llamada “Ruta de Napoleón”; teniendo siempre presente la posibilidad de vivaquear en caso necesario. Los que no estén plenamente acostumbrados a estos parajes, deberán cruzar por el no menos interesante Valle de Valcarlos. Dormir en estos parajes, con el profundo silencio de la “alta montaña” y la vivificante tonicidad que produce el frío, no tiene precio.
COLLADO DE LEPOEDER 23.12.06

Ya “sólo” nos queda bajar hasta Roncesvalles. En este sentido, queremos dejar patente que debemos extremar la precaución en este descenso por dos motivos fundamentales: por una parte, por la fuerte inclinación que obligaría, en un paisaje nevado (lo cual es más que probable) a asegurar cada paso para no resbalar; y, por otra parte, por el hecho de que las flechas amarillas pintadas en los troncos de los árboles del bosque –que ya de por sí no son demasiado visibles en las demás estaciones- en la estación invernal puede que se encuentren cubiertas o desfiguradas por la nieve adherida. Siempre deberemos tener esto en cuenta y estar muy atentos a las huellas de aquellos peregrinos que nos hayan precedido (fácilmente notorias en el blanco piso) o, si hubiera caído una nevada reciente y fuéramos los primeros en hollar este bello paraje, nunca dejaremos de observar cualquier indicio que nos indique la correcta senda. Es importante resaltar, aun a pesar de poder parecer reiterativos, el hecho de que han sido bastantes los peregrinos que se han extraviado en esta zona; lo cual, dada la menor duración de los días y dada la dureza de esta jornada, debemos evitar a toda costa. Siempre la más elemental precaución, siempre atentos y siempre disfrutando de tan singular experiencia.
Poco tiempo nos falta ya para llegar a “nuestro” cálido refugio. Roncesvalles, con su colegiata, su albergue y su misa de los peregrinos nos aguarda como merecido descanso a nuestras todavía primerizas  pisadas.
Al llegar, lo más normal –ya lo comprobará el amable lector- es desplomarnos exhaustos en la primera silla que encontremos; pero, eso sí, se puede asegurar sin miedo a equivocarse, que la satisfacción que sentiremos por haber atravesado en pleno invierno los Pirineos por la Ruta de Napoleón será inmensa. Nunca lo olvidaremos. 



Éste es un tramo peligroso pues el sendero se estrecha y si la nieve estuviera dura o helada, el riesgo de resbalar y caer por la ladera es considerable. Además, como podemos observar en la fotografía, es una zona de umbría con lo que ello conlleva de riesgo al estar el hielo casi, casi, asegurado. Aquí no hay posibilidad de ir por la derecha o por la izquierda. El sendero es angosto y con una pendiente muy pronunciada –aunque corta- para subir sin riesgo. Como siempre, repetimos y repetimos: por esta ruta sólo deberán transitar los que tengan conocimientos de andar por nieve o hielo y que sepan lo que es la alta montaña.
SAINT-JEAN PIED-DE.PORT – RONCESVALLES 
(por Lepoeder)  23.12.06

Antes de terminar esta descripción, debemos dejar claro que al llegar al Collado de Lepoeder, además de la opción de adentrarnos en el denso bosque que hemos mencionado, también tenemos la posibilidad de bajar por una carretera que necesariamente tendremos que cruzar y que nos dirigirá directamente al collado de Ibañeta (está perfectamente indicado mediante un mojón en el que se expresa “Roncesvalles-Orreaga 3,6 Km.” Acompañado por una pequeña señal de tráfico de descenso peligroso con el 25% de pendiente y la correspondiente flecha. En su cara contigua, este mojón nos informa “Roncesvalles por Ibañeta. Recorrido recomendado” Desde aquí, consecuentemente, por carretera y ya muy probablemente sin nieve, podremos llegar hasta Roncesvalles. El recorrido es algo más largo, pero evita el peligro de extravío al adentrarnos entre los troncos de la densa arboleda… que, verdaderamente, es densa (se acompañan fotografías en esta obra)

El autor, conocedor de estas dos opciones, siempre ha seguido el descenso a través del espeso bosque. No ha tenido ningún problema aunque, en algunos momentos, haya dudado o haya tenido que retroceder para asegurarse de seguir el camino correcto. Las flechas (frecuentemente en material plástico sobre fondo azul por aquello de las duras condiciones ambientales) y los colores de “gran recorrido” (en este caso dos franjas longitudinales con blanco arriba y rojo abajo) nos guiarán. Cada cual deberá decidir en función de sus circunstancias.  
Los acebos, con sus perlas rojas, nos saldrán a saludar con frecuencia.

Siguiendo el sendero, veremos aparecer, con gran alegría por nuestra parte, los grises tejados (o blancos con mayor frecuencia) de Orreaga-Roncesvalles.

           
Esto es lo que se encontrará el peregrino invernal al atravesar los Pirineos por la ruta del Lepoeder: nieblas frecuentes, nieve con un relativo o abundante espesor, señales tapadas por la acción de la nieve y las bajas temperaturas, suelo posiblemente resbaladizo o muy resbaladizo, bajas temperaturas, vientos gélidos, posiblemente alguna nevada, muy probablemente ventiscas inclementes y, por añadidura, la soledad más absoluta hasta que llegue al albergue de Roncesvalles.
SAINT-JEAN PIED-DE-PORT – RONCESVALLES 
(por Lepoeder)  31.01.11

 
La siguiente ascensión a cotas superiores a los 1.200 metros se nos presenta ya en los Montes de León. No obstante, esta parte del camino no supone normalmente, ni de lejos, la dificultad de los Pirineos ni tampoco la que nos encontraremos algo más adelante cuando alcancemos las alturas del mítico Cebreiro. La subida hacia la máxima altitud de estos montes (y máxima altitud de todo el Camino francés) no es difícil; si acaso, la salida de Rabanal puede ofrece los mayores desniveles aunque éstos no llegan a ser excesivamente fatigosos en ningún momento.
Pueblos otrora abandonados, en los confines ya de La Maragatería, comienzan a desperezarse de su letargo ofreciendo algunos servicios a los peregrinos que llegan espoleados por la lejana visión de los montes que dan acceso a Galicia. En efecto, asentamientos como Foncebadón, a los pies del Monte Irago (cuyo origen se remonta, al parecer, a los pretéritos tiempos del siglo XI, cuando el eremita Gaucelmo fundó una alberguería), o Manjarín, ponen una nota de peculiaridad en estas tierras.
Aquí, a 1.490 metros de altitud, la “Cruz de Ferro” nos ofrece su estilizada silueta constituyendo uno de los muchos humilladeros que ya habremos encontrado a lo largo del camino pero siendo éste, sin duda, el más famoso de todos ellos. A modo de exvoto, a lo largo de los siglos, los peregrinos han ido depositando una piedra en su base. Ello constituye un homenaje a la solidaridad entre los jacobitas de todos los tiempos. Como consecuencia de ello, se ha elevado un gran cono que lo sustenta. Nosotros, con el nuestro, contribuiremos a seguir con esta tradición ancestral. 
Con respecto a este emblemático lugar, el autor quiere puntualizar que, aunque en muchas guías se afirma con rotundidad que el lugar de mayor altitud del Camino se encuentra en la Cruz de Ferro debemos matizar que, hechas las correspondientes comprobaciones altimétricas y -salvo error u omisión, como suele decirse- consultados diferentes mapas topográficos -civiles y militares- el punto más alto se encuentra unos kilómetros más adelante tal y como exponemos a continuación. No obstante y dado que la mencionada cruz es uno de los lugares señeros de la senda jacobea, podemos pensar  que "por aquí" está la cima del Camino.



Tal vez, el punto más emblemático de todo el recorrido (aparte de Compostela) lo constituya la Cruz de Hierro (Cruz de Ferro). Es un estilizado tronco de roble, de considerable altura, que se halla coronado por una sencilla cruz de hierro. Este milladoiro representa, con la piedra echada, “la prueba” de que el jacobita ha cumplido en vida su peregrinación. Normalmente los peregrinos dejan una piedra recogida con anterioridad –a veces a muchos kilómetros, a veces desde la propia zona de cada uno- y también hay muchos que dejan una fotografía, una dedicatoria... en el tronco de roble.
FONCEBADÓN – EL ACEBO 10.02.06

Llegamos, un poco más adelante -como acabamos de mencionar- al punto más alto de todo el Camino. Con sus 1.510 metros -datos basados, sobre todo, en la altimetría del Mapa Topográfico Nacional- el llamado popularmente “Collado de las Antenas” es la cota más elevada (siendo, pues, más elevado que el paso pirenaico por la “ruta de Napoleón”) Desde aquí, en contra de lo que pudiera pensarse, es frecuente que no haya mucha nieve e, incluso, ninguna. Tendremos ante nosotros un majestuoso panorama; distinguiendo nítidamente, a no mucha distancia, las imponentes cumbres nevadas de los confines de los Montes de León los cuales darán paso a nuestro próximo encuentro: El Bierzo. 
En esta zona, los problemas con la nieve no suelen ser especialmente importantes, sobre todo teniendo en cuenta que la carretera discurre en todo momento a nuestro lado. De hecho, en los cuatro inviernos en los que se basa fundamentalmente esta obra, no había nieve cuando el autor pasó por dicho lugar (ver esquemas en el apéndice e itinerarios alternativos detallados) Sin embargo, en consonancia con el espíritu de este libro, nunca podremos descartar que caiga una nevada en estos lugares llegando, incluso, a bloquear el paso. Por ello, en caso de sobrevenir algún problema, tenemos a mano –siempre existe un lugar más o menos próximo de cobijo- un singular albergue en Manjarín.
En cuanto a la bajada, sí merece un especial cuidado el camino hasta llegar a El Acebo ya que el desnivel es algo pronunciado por lo que convendrá prestar atención sobre todo en los tramos pedregosos que discurren por torrenteras o al lado de éstas. 
          
Ya comentamos en esta obra que la mayor altitud del Camino de Santiago entrado por la zona de Roncesvalles, no está exactamente en donde nos suelen decir las guías del Camino; no, está un poco más hacia delante, bajo las antenas de comunicaciones de una elevación que veremos a nuestra derecha según el orden de marcha. La altitud en la Cruz de Ferro (máxima elevación, según las guías) es de 1.490 metros mientras que la altitud en el lugar que estamos comentando (pasado Manjarín) es de 1.510 metros (20 metros más que la base de la citada cruz). En esta fotografía, el autor ha querido indicar el sitio exacto en el cual el Camino encuentra su máxima proximidad al cielo.
FONCEBADÓN – EL ACEBO  02.03.11


Veamos pues en detalle las características intrínsecas de este segundo tramo “montañero” que nos habrá de deparar muchas satisfacciones y nos hará conocer singularidades que, a estas alturas del Camino, todavía nos sorprenderán y nos harán reflexionar. En estos momentos estamos en nuestra



Vigésima segunda etapa
(segunda parte)

En la jornada de hoy, tras recorrer paisajes frecuentemente barridos por los vientos, tras atravesar las poblaciones maragatas de Murias de Rechivaldo, Santa Catalina de Somoza y El Ganso, llegamos por fin a la población de Rabanal del Camino... Sí, ya hemos llegado a Rabanal; ciudad que, al igual que ocurriera con Saint-Jean Pied-de-Port, servía de punto de reunión para aquellos esforzados peregrinos de los primeros siglos. En efecto, también en esta ciudad se iban reuniendo para formar grupos y, de esta forma, poder enfrentarse a los numerosos peligros que les esperaban tales como los animales salvajes, bandidos e inclemencias del tiempo, entre otros; y así poder contar con mayores probabilidades de salir airosos de ellos. 
Poco a poco alcanzarían las aun desdibujadas siluetas de los montes gallegos y consecuentemente la desdibujada silueta del último gran reto montañoso que habrían de afrontar: la subida al mítico, numinoso y sobrecogedor “Zeberrium” de los romanos; que no es otro que el  “Cebreiro”... Y ello siempre en medio del temor renovado pero con la ilusión puesta en la certeza de que, tras atravesar las vertientes del enigmático Monte Irago, ya estarían más cerca de su destino...  Pero no adelantemos acontecimientos.
Decíamos que los peregrinos, llegados a Rabanal, formando grupos numerosos, comenzaban la segunda de las ascensiones a altas cotas.  Aunque desde la población de Rabanal se asciende continuamente hasta el misterioso y escalofriante Foncebadón, en ningún momento se hace dificultosa la subida; sobre todo para esas piernas que ya llevan acumulados tantos kilómetros como para haber llegado hasta aquí.


Ya estamos a unos veinte minutos de El Acebo, del albergue en el que hoy descansará el intrépido peregrino invernal. Ya está a punto de ocultarse el sol. La jornada ha sido larga pero estaremos satisfechos de haber podido realizarla con buen fin. Estamos culminando una nueva etapa. Tendremos que sacar, dentro de poco, nuestro foco de cabeza o nuestra linterna y bajar con cuidado hasta la mencionada población de El Acebo pues la inclinación es relativamente importante –sin que lo sea en exceso-.
FONCEBADÓN – EL ACEBO  02.03.11

Bien, como decíamos, saliendo de Rabanal llegaremos a un lavadero en donde tendremos que hollar una senda entre abundantes piornos. Entretanto podremos ver, diseminados por el camino, algunas manifestaciones artísticas como corazones, vieiras o flechas hechas con la abundante piedra que nos encontraremos. Seguimos caminando para, al llegar a una fuente, volver a cruzar la carretera y seguir por un cómodo andadero que acompaña en todo momento el asfalto. Más adelante comenzamos a divisar una imagen que casi podría catalogarse de “fantasmagórica”, tal es su tétrica estampa. Ni que decir tiene que si hubiera niebla o el tiempo fueran ventisco y lluvioso –o estuviera nevando- esa sensación de entrar en una poblado “de connotaciones irreales” se acrecentaría sobremanera. Cualquiera que haya accedido a Foncebadón no habrá dejado de sentir un escalofrío al entrar en sus terrosas, lúgubres y casi macilentas calles. Algunos perros callejeros ladrarán a nuestro paso y tal vez, en nuestra imaginación, creamos estar siendo atacados por alguna manada de lobos hambrientos... Afortunadamente, sólo será eso: nuestra imaginación. Aquí, como en otras muchas ocasiones en el Camino, los perros saldrán a nuestro paso ladrando y, a veces, incluso gruñendo. Normalmente todo queda en un griterío escandaloso; pero, si viéramos que el can en cuestión es poco respetuoso con el jacobita o si fuera claramente un “insolente”, será suficiente que levantemos nuestro bordón poniéndolo siempre a la altura de su hocico para que desista al momento.


Foncebadón: su solo nombre ya nos evoca, sin saber muy bien el porqué, toda una saga de misterios y esoterismo. Cuando entramos en este pueblo casi imaginario, sentimos escalofríos sin poder evitarlo. 
Leyendas que hablan de brujas, de perros fantasmagóricos, de almas en pena... Es ahora, en el invierno, cuando estas sensaciones se potencian en grado sumo. Un pastor, unos perros, el viento que gime, las tétricas nieblas, unos ladridos en la lejanía...
FONCEBADÓN  03.02.08

Casas de piedra completamente derruidas nos reciben. Los dinteles de una madera carcomida y resquebrajada apenas si pueden soportar los pocos bloques que la coronan. Destartalados ventanales enmarcados por maderas agrietadas y frecuentemente astilladas por el efecto de los hielos, están a punto de caer desembarazándose de sus herrumbrosas bisagras. Casas silueteadas por la nieve que presentan su maderamen y sus agrietados muros a la contemplación e imaginación desbordada del peregrino. Construcciones arrasadas por el paso del tiempo que evocan momentos de mayor prosperidad y que,  yacentes en medio de un silencio atenazante, parecen querer contarnos, en un lenguaje inaudible pero perfectamente posible de comprender para la sensibilidad de un peregrino, mil y una historias siempre interesantes. La nieve, apiadándose de tan caótico escenario, suele cubrir con un extenso manto tanta ruina y desolación. Un amarillo buzón que es casi blanco en la frecuente niebla, está debajo de un cartel que nos avisa de la presencia de un albergue parroquial que está cerrado en estos meses.
Se echa de ver que algunas viviendas están habitadas (esto es reciente, ya que hasta hace poco todo el pueblo estaba abandonado) por su remozado aspecto y, lo que es un indicio, por el humo que sale de su chimenea.
En invierno suele estar abierto el albergue “Monte Irago” que nos acogerá con los brazos abiertos. Su hospitalero es un “manitas” en asuntos de masajes que nos dejarán como nuevos  para enfrentarnos con los cada vez menos kilómetros restantes –al menos lo era el que estaba en los tiempos de redacción de estas líneas-.
Puede que deseemos quedarnos en Foncebadón o puede que optemos por continuar; pero de lo que no cabe ninguna duda es de la fuerte impresión que dejará este lugar en nosotros. 


En casi todas las cruces que nos vamos encontrando por la senda jacobea veremos multitud de objetos colgando y adheridos a ellas. En este caso, en la llamada “Cruz de Ferro”, al ser una cruz “singular”, al ser una cruz con un enorme “stipes” o palo vertical y con un pequeñísimo (en relación con su altura) “patibulum” o brazo transversal, los peregrinos clavan chinchetas o ponen pequeños clavos o bien sujetan con pequeñas cuerdas o, simplemente, adhieren con cintas adhesivas, todo tipo de objetos… Fotografías, notas con peticiones o pequeños comentarios, amuletos, guantes… y un sinfín de pequeñas cosas que jamás serán consideradas "basurillas" pues todas ellas contienen grandes sentimientos.
FONCEBADÓN – EL ACEBO  02.03.11

Seguramente alguien que salga de entre las brumas, nos podrá informar que, nada más y nada menos, ya en el lejano siglo XI, Gaucelmo, abad de las alberguerías de Foncebadón y Manjarín, levantó un albergue y un hospital de peregrinos en este emplazamiento y también, es muy posible, nos podrán informar que Ramiro II de León, en el siglo X, convocó en este mismo lugar que hoy vemos recostado en su lecho –aunque nos parezca increíble- nada menos que un concilio llamado –como parece lógico- “Concilio de Foncebadón”.


Vigésima tercera etapa
 (primera parte)


Saldremos de Foncebadón no sin antes mirar de soslayo la espadaña de su iglesia que, con sus dos campanas inertes –en su segunda acepción: inmóviles, paralizadas- nos aportará una nueva imagen de desamparo y temor...  Y seguiremos ascendiendo paralelos a la carretera por un cómodo piso hasta que, en la lejanía, a través de los árboles que flanquean nuestro paso, divisemos un lugar mítico: la “Cruz de Ferro”; lugar éste de obligatoria parada en el cual nos detendremos para admirar el enorme tronco de madera coronado por una sencilla cruz metálica. Cuando en pleno invierno la nieve adorna todo el entorno, el lugar adquiere un aspecto irreal y pareciera que estuviéramos en otra dimensión, en otros parámetros, en otro mundo que no pertenece al que estamos normalmente acostumbrados a tratar. En este lugar se ha levantado en tiempos recientes una pequeña capilla consagrada a Santiago Apóstol que aporta en su zaguán una pequeña zona para resguardarnos en caso de inclemencia manifiesta. No obstante, si el tiempo lo permitiera, hay una serie de mesas con sus correspondientes bancos que nos proporcionará un merecido aunque forzosamente breve descanso.


Para unos es el albergue “más auténtico del Camino”; otros, pasan de largo y dicen que no les gusta. En todo caso, Manjarín es un albergue singular; un albergue regentado por alguien perteneciente a una orden heredera del Temple; un albergue que hace sonar su campana en los días de niebla para evitar la pérdida del peregrino; un albergue situado en un solitario paraje que, en ocasiones, queda aislado por la nieve. Cada cual deberá emitir su particular opinión.
MANJARÍN 12.02.07

Nuestro camino continúa en un pequeño descenso hasta llevarnos al peculiar y sin duda sumamente singular albergue o, dado el emplazamiento estratégico del mismo, refugio de Manjarín el cual está protegido por un hospitalero templario que, a poco que estemos por aquí, nos hablará e incluso nos demostrará e ilustrará sobre la orden a la que pertenece. El interior de este albergue es sumamente peculiar y por ello dejamos a la curiosidad del sufrido peregrino su valoración. Es frecuente que, en los días de niebla o de ventisca fuerte, oigamos el tañido de su campana orientándonos e informándonos sobre su proximidad.
Seguiremos por nuestra senda peregrina y, en un leve ascenso fácilmente llevadero por senda paralela a la carretera, nos encontraremos bajo unas grandes antenas de telecomunicaciones. Aquí, en este lugar, es en donde, imperceptiblemente y aunque no haya ningún cartel que lo indique, habremos ascendido hasta la máxima altitud de todo el Camino Francés. En efecto, llegaremos a los pies de una estación militar de transmisiones que fue abandonada en 1990 y que ha sido dada en llamar por los peregrinos “Collado de las Antenas”. Este  lugar,  con sus 1.510 metros -datos basados en la altimetría del Mapa Topográfico Nacional- es un poco más alto que el emplazamiento en el que se encuentra la “Cruz de Ferro” ya comentada.  No obstante, el lugar emblemático, histórico y digno de una parada seguirá siendo siempre, sin ninguna duda, la explanada en la que se asienta el inmenso tronco de roble. (Nota: ahora que está tan de moda “el Internet”, esta aseveración de que el “Collado de las Antenas” sea el punto culminante está también reflejado en www.altimetrias.net que, efectivamente, da mayor altitud al denominado “extraoficialmente” Collado de las Antenas).


Foncebadón… Su sola mención ya sugiere misterios que se pierden en la noche de los tiempos… Foncebadón, encrucijada de caminos, único paso hacia Galicia por los montes de León… Foncebadón, con su única calle al más puro estilo de los pueblos camineros… Foncebadón, quintaesencia de lo enigmático, casi de lo esotérico… Foncebadón, lugar en el que existió un convento de eremitas… Se dice que el nombre de Foncebadón proviene de “fuente sabat” en clara referencia a una antigua fuente llamada fuente de las Brujas o del Aquelarre. Su toponimia lo insinúa todo.
FONCEBADÓN  02.03.11

A partir de este collado –un kilómetro más adelante aproximadamente- comenzaremos a bajar de forma manifiesta, no sin antes haber divisado claramente el imponente aspecto de Ponferrada visto desde las alturas. Deberemos tener precaución pues la pendiente es relativamente importante en algunos tramos. Pronto llegaremos a El Acebo –primer pueblo de El Bierzo en el Camino de Santiago- Ya estaremos por debajo de los 1.200 metros de altitud y, por lo tanto... “eso ya es otra historia”.


...Por último, en nuestro apasionante ambular, tendremos que ser capaces de superar la tercera zona en la que tengamos que rebasar esos 1.200 metros de altitud que nos hemos marcado para diferenciar las áreas de "alta montaña"; nos tendremos que enfrentar, pues, con la subida al legendario y mítico Cebreiro; allá, en la postrer tierra de Castilla y León para, por fin, acceder al numinoso suelo galaico.  Como siempre, disponemos de un camino alternativo por la carretera que, en caso de fuertes nevadas, solucionará sin mayores inconvenientes, nuestro acceso a dicha población. (Ver los mapas al final de este blog).
Los que se sientan con ánimos, y manteniendo siempre presente la más elemental prudencia, deberán subir por la traza histórica para, tras alcanzar La Faba y Laguna de Castilla (última población antes de entrar en Galicia) coronar y adentrarnos en las callejuelas rodeadas de pallozas del Cebreiro. Dada la variabilidad que presentan los inviernos últimamente, no siempre encontraremos nieve o, si la hubiera, es muy posible que ésta se presente con poco espesor; lo cual posibilitará nuestros pasos sin mayores problemas.


El paso, siguiendo la “traza histórica”, no es fácil cuando acaecen grandes nevadas. Debemos prever que tengamos que realizar algún vivac por echarse la noche sin poder llegar al albergue. Nuevamente, se insiste en el itinerario alternativo (la carretera –andando, por supuesto-) en caso necesario. En la fotografía, el autor prepara su vivac en las proximidades de la gran muga que indica la entrada en Galicia.
LAGUNA DE CASTILLA – EL CEBREIRO 22.02.06

INSISTIMOS en que los que no estén habituados a la alta montaña (con experiencia en hielo y nieve incluidos) deberán NECESARIAMENTE subir siguiendo el trazado de la carretera (siempre andando... ¡que no hace falta repetirlo!) Así, como ejemplo de lo que se menciona, podemos comentar cómo el autor se encontró –el 22 de febrero de 2006- con tal cantidad de nieve recién caída que cubrió completamente las pisadas anteriores y dejó una superficie diáfana en la cual no se podía apreciar ninguna pisada anterior ya que las pocas que se encontró daban la vuelta nada más pasar La Faba. No obstante lo anterior, a pesar de la considerable cantidad de nieve existente y a pesar de la total ausencia de  signos evidentes de la traza del camino, el autor se aventuró por estos parajes con más coraje que fuerzas pues el ascenso fue tan penoso y lento que hicieron falta cuatro horas y media para avanzar los 2,4 kilómetros que separan La Faba de La Laguna de Castilla. A este lentísimo caminar, hay que añadir el tiempo empleado para recorrer el camino hasta el gran mojón que, aproximadamente a un kilómetro del Cebreiro, nos anuncia la entrada en las tierras gallegas y que supuso otras tantas horas de ascenso lento, extenuante y sin descanso. En algunas ocasiones la nieve cedía cubriendo hasta la cintura por lo que el arrojado peregrino no tiene más solución que “apisonar” con uno de los pies para formar un “escalón” y así poder dar el siguiente paso. Estas condiciones son extremadamente fatigosas incluso para los que están acostumbrados a ello. Lógicamente, en esas circunstancias era imposible llegar a terminar la etapa por lo cual el autor no tuvo más remedio (gustosamente, que todo hay que decirlo) que hacer un vivac en este mismo emplazamiento. La noche, de un precioso cielo raso totalmente estrellado, fue inolvidable.


Muchos peregrinos, al salir del albergue del Cebreiro tras un reparador sueño, se dirigen hacia Liñares (siguiente población) transitando directamente por la carretera sin molestarse en seguir el camino indicado como tal. Sin embargo, al hacer esto, se pierden un interesante tramo que se eleva, nada más y nada menos, que hasta el punto más alto del camino en Galicia. Este punto se encuentra en las inmediaciones del Teso da Cruz y el monte Area. En el invierno 2010-2011, un hospitalero (eso decía) que estaba haciendo la peregrinación, afirmó al levantarse que el camino estaba lleno de barro y prácticamente intransitable. Desafortunadamente, todos los peregrinos que habían pernoctado en El Cebreiro hicieron caso del presunto hospitalero-peregrino y se fueron por la carretera. Por supuesto, el autor, conocedor de que a esas horas -si es que hubiera barro- éste estaría completamente helado por las bajas temperaturas nocturnas, no hizo caso y se aventuró por la senda correcta. No tuvo ningún problema en su caminar y disfrutó de unos magníficos paisajes. En la imagen, vista avanzando a repecho por el mencionado camino.
EL CEBREIRO – TRIACASTELA  06.03.11

Según ascendemos por la mencionada senda desde La Faba, la vista es impresionante. Las montañas que hemos ido dejando atrás, se yerguen en todo el horizonte visible mostrando, añorantes, sus nevadas cumbres de un color cambiante según avanza el día. ¡Galicia ya nos abre sus puertas!
Tras un último repecho, podremos descansar y reponer fuerzas en el magnífico albergue del Cebreiro, frecuentemente envuelto por espesas y arremolinadas nieblas. Al día siguiente –en caso de optar por dormir en esta bella aldea- nos dirigiremos por un terreno ondulado (siempre a más de 1.200 metros de altitud) hasta el “Alto do Poio” que, con sus 1.335 metros, constituye la última gran elevación emblemática que nos encontraremos. A partir de este punto iremos descendiendo y ya habremos dejado atrás las zonas montañosas que tantas satisfacciones habrán dejado en nuestro espíritu. Espíritu que, a partir ya de estos momentos, deberá irse preparando para afrontar la llegada a nuestra meta: la llegada a Santiago de Compostela. Pero no adelantemos aconteceres y disfrutemos de estos últimos paisajes “en las alturas”. Desde aquí la vista se extiende, incluso, hasta los lejanos Ancares; evocadores éstos de mil y una leyendas y misterios en la lejanía de nuestras improntas. Miraremos hacia las tierras ya dejadas atrás y no podremos dejar de sentir una cierta nostalgia. Nuevamente, paso a paso, dejamos concluido –al menos de momento- otro tramo de esta singular y jamás presentida “aventura”; de esta sorprendente realidad que nunca hubiéramos imaginado si no fuera porque por las razones que cada cual tuviere, emprendimos un día, en feliz idea, el impulso de caminar al son de otros muchos compañeros y, al poco, amigos, que, como nosotros, decidieron en buena hora aventurarse en una colosal empresa; que decidieron, en un momento trascendente de sus vidas, dejar atrás todas las “comodidades” de una civilización “hipócrita” y alienantemente consumista y que presintieron, en fin, que –aunque sin saberlo- algo nuevo iba a aportar a sus vidas tan “descabellada” andadura. Nunca, nos arrepentiremos de ello.
Al rato, Triacastela (670 metros más abajo)  nos espera.


Albergue de El Cebreiro. A mediados del mes de febrero de 2006, la nevada que cayó fue, según aseguraron los lugareños y la prensa, la más abundante desde hacía unos 15 ó 20 años. El ascenso a través del Camino fue muy duro pues hubo que abrirse paso en la nieve virgen. En estas circunstancias, si no estuviéramos suficientemente preparados, lo aconsejable es subir por la carretera y evitar así los peligros inherentes a la soledad, las heladas, las ventiscas o las nevadas intempestivas.
EL CEBREIRO 23.02.06

Fuerza de ánimo es lo que necesitamos para enfrentarnos a estos duros repechos; a estas duras subidas que pondrán a prueba los progresos realizados a través de los kilómetros anteriores. Aunque ya hemos demostrado ser peregrinos “de primera” por haber llegado hasta aquí, no debemos bajar la guardia y confiarnos pues, no lo olvidemos, las tendinitis nos acechan en cada etapa. Siempre debemos adaptar nuestros pasos a las características del terreno, a nuestras fuerzas de ese día y a los ánimos con los que nos hayamos levantado. El paso siempre debe estar acorde con esas variables sin forzar en ningún momento. Son muchos kilómetros y aunque creamos que ya somos unos “expertos”, nunca tenemos que confiarnos.
Hecha esta recomendación, pasemos a describir de manera detallada el camino correspondiente a este último tramo “en las alturas”.


Vigésima quinta etapa


No será hasta un poco más allá de La Laguna de Castilla que superemos los 1.200 metros de altitud. No obstante lo anterior y dada la peculiaridad de este tramo, vamos a incluir dentro de este apartado el trayecto desde la misma Faba. Desde aquí, el camino se dirige –siempre ascendiendo- hacia la aldea  del ya citado Cebreiro pasando primero por el último asentamiento de Castilla y León: La Laguna de Castilla. Si no hubiera nieve, podremos recrearnos con el verde aterciopelado de unos muretes totalmente invadidos por los exuberantes musgos. Por el contrario, si el lugar estuviera completamente nevado con un cierto espesor, podremos seguir las huellas de los que nos hayan precedido… pero debemos tener en cuenta que si fuéramos los primeros en abrir paso, tendremos necesariamente que fijarnos en la vaguada que apreciaremos serpenteando frente a nosotros. Dado que el camino está relativamente “hundido” en varios tramos, se observa perfectamente cómo la nieve hace una suave ondulación que nos impedirá perdernos. Hasta un rato más tarde no serán visibles las casas correspondientes al último asentamiento, ya comentado, antes de llegar al límite gallego: La Laguna de Castilla, en donde una máquina de bebidas, “bocadillos” y “golosinas varias” nos saldrá al paso para reponer algo nuestras casi vencidas fuerzas. En esta población podemos ver tres hórreos anunciándonos la inminencia de la Gallaecia romana.


El camino que parte del albergue de El Cebreiro se une con la carretera en un punto en el cual hay un bar que hará nuestras delicias con sus ricos bollitos mojados en un reconfortante café con leche (o el “bocata” para el que quiera). Es muy frecuente que en invierno tengan que despejar las entradas a bares, casas y otros lugares de acceso por la acumulación de nieve, siendo así que es normal tener que entrar “por la puerta trasera” por dicho motivo.
EL CEBREIRO – TRIACASTELA  06.03.11

Queremos hacer una observación -que si el osado peregrino estuviera acostumbrado a la nieve no sería necesario hacer- y ésta no es otra que la de recomendar encarecidamente que nunca caminemos por las vaguadas que nos muestren dónde se encuentra exactamente el camino sepultado bajo la nívea capa. Es de una lógica elemental saber que la nieve se acumula en mayor cantidad en aquellas zonas resguardadas y hundidas por lo que tendremos más espesor en esos lugares que en otros, rasos, los cuales, frecuentemente, son barridos por los juguetones y alocados vientos. Por ello, siempre deberemos ir paralelos al camino fuertemente nevado; nunca por él (cuando éste esté hundido, claro)
Pero volvamos a nuestro itinerario. Nos habíamos quedado en La Laguna de Castilla. A partir de aquí deberemos ir muy atentos ya que, al poco, aparecen dos tramos de terreno que se corresponden con dos “hipotéticos itinerarios” cubiertos por la nieve: el que se encuentra más arriba con respecto al otro, pertenece a la carretera y el que se encuentra más abajo es por el que discurre al Camino propiamente dicho. Es cierto que, tal vez, pudiera ser algo más cómodo desplazarnos por la nevada e invisible carretera; pero no es menos cierto que sólo por el verdadero camino encontraremos la gran indicación pétrea que nos anuncia la entrada en Galicia (ver fotografías en donde el autor aparece junto a este gran mojón) La alegría y la emoción son inseparables de este punto. ¡Ya estamos en la tierra del Apóstol!; ¡ya hemos arribado a Galicia!; ¡ya sentimos que nada ni nadie puede impedir nuestra anhelada llegada a Santiago de Compostela!
Seguiremos ascendiendo por una suavizada pendiente y, después de algunas amplias curvas, comenzaremos a distinguir –primero intuir- las pallozas y demás singulares y siempre acogedoras construcciones de nuestra meta de hoy: El “Cebreiro” que, con su iglesia prerrománica de Santa María la Real, nos aguarda con  impaciencia. Además de visitar detenidamente esta aldea (es tan singular que no sería justo no hacerlo) deberemos asomarnos al pretil de la carretera para disfrutar de la impresionante vista que desde aquí se contempla. El amable e interesado lector puede ver alguna panorámica en la sección de fotografías.


Las pallozas constituyen una de las más primitivas construcciones del continente europeo. De planta circular o elíptica, estaban destinadas a albergar personas y animales, presentando similitudes con los antiguos castros prerromanos los cuales, a su vez, eran reflejo de las cabañas célticas. La aldea del Cebreiro adquiere un aire intemporal inmerso en connotaciones ancestrales que se pierden en la noche de los tiempos.
EL CEBREIRO 23.02.06

 
Vigésima sexta etapa


Tras descansar convenientemente en su magnífico albergue, nos encontraremos con un terreno abonado por una exuberante vegetación que ya no nos abandonará, aunque se alterne con grandes pastizales, hasta el final de nuestro peregrinar; con un terreno rociado por el orballo, esa fina lluvia que es renuente a caer para así contemplar y deleitarse más tiempo con los paisajes que en breve abrazará; un orballo que dejará su sabor más genuino y sincero en nosotros, empapando un terreno tan pletórico de leyendas que éstas saldrán a nuestro encuentro en cada recodo, en cada valle, en cada aldea. Precisamente por dicha razón, es frecuente ver colgando de los arbustos alargadas lágrimas de cristal que, como si de una lámpara del más puro Murano se tratara, pareciera que quisieran dar luminosidad en las noches… ¿Tal vez para alumbrar a la Santa Compaña? En esta tierra de magia y leyendas, todo es posible.
El Camino, en todo este tramo, irá descendiendo y subiendo sucesivamente para, al cabo, llegar -tras pasar varias aldeas y poblaciones como Liñares, Hospital y Padornelo- a una corta pero durísima subida (y decimos durísima sin exagerar absolutamente nada; sobre todo si tenemos el terreno con una cierta cantidad de nieve) que nos conducirá al “Alto do Poio”; no sin haber pasado con anterioridad –ya queda a unos cinco kilómetros- por el llamado alto de San Roque en el cual disfrutaremos de una extensa panorámica y podremos hacer un pequeño descanso a los pies del gigantesco peregrino medieval, tallado en bronce, que se encuentra en este emplazamiento. Un cómodo andadero nos conducirá paralelos a la carretera en todo momento, llegando, tras el mencionado “Alto do Poio”, a la población de Fonfría –prácticamente llaneando- que, en invierno, suele presentar su correspondiente alfombra blanca y, por supuesto, de sus tejados, desafiantes a la gravedad, místicos y evanescentes a la vez, penderán gruesos carámbanos de un transparente y pulido hielo. 
Es muy importante tener en cuenta que las pequeñas indicaciones –perfectamente visibles en las demás épocas del año- quedan frecuentemente sepultadas por la nieve, dada la pequeña altura de algunas de ellas. En este sentido, tal y como ya se ha manifestado con anterioridad, debemos ir muy atentos y “destapar” aquellos indicios que pudieran ser señales de dirección dirigidas al osado peregrino invernal.


El peregrino, normalmente solo, avanza a veces acompañado por algún otro peregrino que, momentáneamente se le ha unido. Ya aprenderemos que no se puede caminar estando acompañados. ¿Por qué? Pues por una razón de peso: cuando caminamos, cada uno tiene su propia longitud de paso, su ritmo, su velocidad… Y eso es diferente para cada persona. Por supuesto, si alguien se pone a nuestro lado, no nos costará ningún trabajo recorrer juntos un rato, pero luego cada cual sigue a su propio ritmo. El hecho de caminar tantos kilómetros cada día, hace que, en caso de ir “en paralelo” todo el rato con algún compañero, propicie problemas musculares o de otra índole pues, sin duda, uno de ellos irá forzado –o los dos-. Así, la mejor manera de caminar es hacerlo en solitario y luego hablar y comentar todo lo que queramos en el albergue.
EL CEBREIRO – TRIACASTELA  06.03.11

Desde Fonfría no recorreremos mucho antes de entroncar con la senda que nos habrá de conducir hasta la población de O Biduedo, descendiendo y bajando ya de los 1.200 metros que nos hemos fijado para considerar “etapa montañosa” –ver mapas al final de esta obra- Éste es el último recorrido “montano”. A continuación, los bosques y el monte bajo serán nuestros compañeros inseparables...  


No quisiéramos terminar el presente capítulo sin dedicar unos comentarios a este último trayecto ya que contiene algunas singularidades que debemos conocer en aras de conseguir unas etapas absolutamente gratificantes que guarden en nosotros la impronta de intensas e inolvidables emociones apenas sentidas con anterioridad. Después de caminar todo lo que ya habremos dejado atrás al llegar a estas postreras elevaciones, tendremos una capacidad de observación y una capacidad de “comunicación” con el propio Camino que, sin duda alguna, nos sorprenderá a nosotros mismos. Nunca, posiblemente, hayamos sido tan receptivos a todos esos pequeños detalles que configuran la verdadera esencia de las cosas...
Así, en las dos zonas anteriores (Pirineos y Montes de León), aunque haya nevado, es frecuente –salvo que las nevadas sean muy recientes- que se abran caminos a fuerza de las pisadas de otros peregrinos que nos hayan precedido -¡prácticamente, no queda otra!- Sin embargo, en el terreno comprendido entre El Cebreiro y Triacastela, la inmediatez de la pista hace que casi nadie se aventure por la traza del Camino utilizando, a tal efecto, la propia carretera. Ello implica un evidente y duro esfuerzo en caso de que queramos continuar por la senda que se recorre en las demás épocas del año. Para aquellas personas acostumbradas a la montaña y a la nieve, con esfuerzo, podrán seguirla (dependiendo de la altura de la nieve, claro) consiguiendo con ello, sin duda, una de las etapas más gratificantes (sobre todo, teniendo en cuenta que es la última zona “en las alturas”). No obstante, se deberá considerar –si la nieve presentara problemas- partir la jornada en dos pues no daría tiempo para llegar hasta Triacastela (son 20,6 kilómetros desde “O Cebreiro”). Una posibilidad sería hacer una jornada hasta el “Alto do Poio” (8,5 kms) –en principio, hay albergue abierto en invierno- y otra desde aquí hasta Triacastela (12,1 kms) o pernoctar en el albergue de Hospital (5,5 kms desde el de Cebreiro) y, desde aquí, continuar hasta Triacastela (15 kms); debiendo salir temprano pues el avance con nieve en malas condiciones es muy lento y fatigoso.



Con motivo del último Año Santo Compostelano (2010), los responsables de la seguridad del Camino han construido un refugio a mitad de recorrido, más o menos, entre la frontera española y el collado de Lepoeder. Además de esto, también se ha reforzado la señalización de tal manera que, en la actualidad, es relativamente difícil perderse en el lado español del recorrido. En este refugio encontraremos un intercomunicador para pedir ayuda en caso de apuro, además de una chimenea con su correspondiente provisión de leña (¡Todo un lujo!)
NOTA IMPORTANTE: debemos saber que en caso de que tengan que acudir a auxiliarnos, nos cobraran todos los gastos que se produzcan con motivo del rescate y su importe es ciertamente elevado
El camino por el Lepoeder se supone cerrado en invierno y si nos aventuramos a subir siempre será bajo nuestra responsabilidad.
Esto es así en España mientras que en Francia todavía no se cobra una operación de salvamento (al menos hasta cuando se hace esta reseña).
SAINT-JEAN PIED-DE-PORT – RONCESVALLES
(por Lepoeder)  01.02.11

Por ejemplo, en el invierno 2005-2006, las fuertes nevadas caídas imposibilitaron el tránsito del autor por la traza histórica en el tramo “Alto do Poio” - Triacastela; si bien hasta aquí -aunque a costa de inmensos esfuerzos- sí le fue posible. Dado que a los 95 centímetros de nieve “polvo húmeda” existente se sumaron, en la noche del 24 al 25 de febrero, otros 60 centímetros de “nieve polvo”, resultaba de todo punto inviable proseguir por la senda jacobea. Por ello, sin mayores problemas, resignándose ante una fuerza mayor, el peregrino debería proseguir por la carretera hasta la ya mencionada Triacastela. En ningún momento se sentiría derrotado pues, según se afirmó por radio y televisión, además de los comentarios efectuados por las personas del lugar, las nevadas que acababan de caer eran las más copiosas desde hacía unos 15 ó 20 años (repetimos que estos datos corresponden al invierno 2005-2006) De hecho, el autor también tuvo que realizar un vivac de emergencia en el “Alto do Poio” dada la tardía hora a la que llegó a este lugar. El retraso –por otra parte, previsible por la lentitud de la marcha debida a la nieve acumulada- impedía el descenso hasta Triacastela y por ello optó por vivaquear en esos lares. Sin embargo, a pesar de haber explanado la zona en la que puso su minitienda (véase en las fotografías el modelo utilizado) la cantidad de nieve caída por la noche rebasó totalmente la altura del vivac, tapando por completo la tienda-vivac con más de un palmo por encima de ella. Por supuesto, hay que permanecer siempre atentos por la noche y quitar la nieve de la entrada del “campamento” para que la ventilación sea la adecuada. La experiencia fue, sin duda, muy gratificante. La aventura, lo inesperado, el desafío es, por supuesto, parte consustancial de toda determinación de estas características. Las fotografías obtenidas, los paisajes, las emociones y los “descubrimientos visuales” compensan con creces cualquier posible “incomodidad”. Los montañeros saben muy bien de ello.
Por el contrario, el invierno 2006-2007 –que según los registros estadísticos ha sido el más cálido desde que se tienen anotaciones- no presentó ningún problema en este sentido ya que la nieve apenas si estaba presente en esta zona.
La prudencia y la sensatez siempre deberán presidir nuestras decisiones con especial incidencia en esta época del año. Nunca debemos olvidar esto.


No es normal que el camino se encuentre con la cantidad de nieve que había el 22 de febrero de 2006. En algunas ocasiones, la nieve llegaba muy por encima de la rodilla lo cual ralentizaba la marcha de una forma muy considerable. Desde luego, quien se atreva a subir en estas condiciones se supone que está habituado a ello ya que, en caso contrario, tenemos la carretera que sube a Piedrafita y, desde allí, se dirige al Cebreiro. 
LAGUNA DE CASTILLA  -  EL CEBREIRO  22.02.06

Por cierto: como última “recomendación” de estos parajes, debemos indicar que, cuando no haya más remedio que transitar por la carretera, muchas veces es mejor ir caminando por el arcén; es decir, por encima de la nieve. El motivo es sencillo: a no ser que haga un relativo calor y no exista ningún riesgo de que se hayan formado placas de hielo sobre el asfalto, deberemos tener mucho cuidado ya que el agua derretida en las horas centrales del día, suele discurrir por el firme y cuando comienza a helar, se forman peligrosas películas de hielo casi invisibles que, a poco que nos descuidemos, darán con nuestros huesos en el suelo. Estas placas se mantienen “activas” hasta bien entrada la mañana en el mejor de los casos. En esta situación, pues, lo ideal es no arriesgarse y caminar por la nieve que se encuentre inmediatamente al lado de la calzada. Su poco espesor nos propiciará un cómodo caminar y será suficiente para que no corramos riesgos innecesarios. El hielo en la carretera es muy traicionero y casi invisible.
Si no tuviéramos más remedio que ir por el asfalto, utilizaremos nuestro bordón “a modo de radar” para ir comprobando la accesibilidad de los siguientes pasos.

En síntesis, las tres grandes “áreas montañosas” (Pirineos, zona de la Cruz de Hierro y zona del Cebreiro) configuran un desafío y un “cenit” dentro del Camino que no debemos soslayar. Cada uno, en la medida de sus fuerzas y preparación, disfrutará, sin duda, de estos maravillosos parajes. 




GALERÍA DE IMÁGENES  


El Alto de San Roque se encuentra a una altitud de unos 1.270 metros. En dicho lugar, cuan gigantesco peregrino, una estatua representa lo duro que se hace subir a estos altos en los cuales el viento sopla sin obstáculos de ningún tipo haciendo que tengamos que apretar el paso ayudándonos con nuestro bordón y bajando la cabeza para que nuestro gorro no salga volando hacia las cercanas cumbres.
LIÑARES – HOSPITAL DA CONDESA  06.03.11


Según vamos ascendiendo en nuestro afán de superar los grandes obstáculos que habremos de encontrar en esta época del año, la naturaleza se nos muestra pródiga en sus manifestaciones. Al verdor circundante con profusión de especies vegetales, no podemos obviar la fauna que frecuentemente encontraremos. Así, a media ladera de nuestra subida, antes de llegar al refugio de Orisson (siempre cerrado en invierno) podremos ver y recrearnos con estos buitres leonados que en gran número habitan esta zona.
SAINT-JEAN PIED-DE-PORT – RONCESVALLES
(por Lepoeder)  31.01.11 




Acabamos de rebasar la frontera entre Francia y España. Acabamos de dejar atrás la llamada “fuente de Roldán”. Acabamos de dejar la Galia y entramos en Hispania… En invierno, esta entrada es espectacular: con sus níveos paisajes. La gran muga del Reino de Navarra nos recibe bajo una incipiente nevada. Todo es silencio, calma, sosiego… La niebla se enseñorea del lugar y juega al escondite con nosotros… Son momentos únicos, irrepetibles, singulares.
SAINT-JEAN PIED-DE-PORT – RONCESVALLES (por Lepoeder)  01.02.11  


A Orreaga/Roncesvalles podemos llegar por dos caminos… Por una parte, podemos hacerlo por el impresionante collado de Lepoeder, aunque esta opción se reservo SÓLO para aquellos que tengan conocimientos de alta montaña y vayan perfectamente equipados en previsión de cualquier imprevisto; la otra opción es ir por el valle de Valcarlos que tampoco desmerece –en absoluto- la anterior pero en la cual no encontraremos nieve o, en caso de haberla, será en no mucha cantidad. Además, el valle de Valcarlos atesora una historia fascinante y podremos dormir plácidamente en la bonita población de Valcarlos.
SAINT-JEAN PIED-DE-PORT – RONCESVALLES (por Valcarlos)  27.01.08 


Llegar a la solitaria aldea de Foncebadón nos transporta en el tiempo. En invierno, con esos claroscuros, con esas nieblas y con el viento gimiendo lastimosamente alrededor, sentimos que estuviéramos en parámetros totalmente anormales. Nada de lo que se presenta ante nosotros tiene sentido. Todo es fábula, fantasía, ensueño… y, si me apuran, diría también que pesadilla. Foncebadón es algo indefinible que se mete dentro de nosotros sin que nos demos cuenta de ello. Las siluetas de sus ruinas semejan extraños seres de ultratumba que quisieran liberarse de sus condenas…
FONCEBADÓN  03.02.08 


 Vivac, tras una noche infernal de ventiscas desatadas, junto a la llamada Cruz de Thibault.
SAINT-JEAN PIED-DE-PORT - RONCESVALLES
(por el Lepoeder)  01.12.11


En la mañana del 1 de febrero del 2011, el tiempo era infernal. La temperatura rondaba los tres grados bajo cero (que no es mucho) pero lo peor era la fuerte ventisca y la intensa niebla. El autor aguardó un poco por si despejara ya que toda la noche se había caracterizado por una espesa niebla. Afortunadamente, las nubes se disiparon al poco y pudimos seguir sin mayores problemas, aunque ya estábamos concienciados de que si el tiempo no mejoraba habría que bajar y alojarnos en Honto.
En la fotografía: el autor al terminar de recoger su funda-vivac con todo el equipo necesario para estas circunstancias: gorro corta vientos, gafas del tipo “glaciar”, pasamontañas, anorak impermeable y transpirable, pantalones impermeables con gruesa malla térmica debajo y polainas. A la derecha podemos ver el cartel que nos indica el itinerario alternativo por Valcarlos.
SAINT-JEAN PIED-DE-PORT – RONCESVALLES (por Lepoeder)  01.02.11 


Cuando, al llegar a la aldea de El Cebreiro, volvamos nuestra mirada para observar el camino recorrido, nos asombraremos ante la magnificencia del paisaje. Las nevadas cumbres semejan paisajes de exóticas cordilleras con mucha más altitud. El espectáculo es, simplemente, grandioso.
EL CEBREIRO 23.02.06 


Podemos leer en “navarra.com”: “El llamado Camino francés, fruto de la unión de las vias Turonense, Limosina y Podense en Ostabat, llegaba a San Juan el Viejo y a San Jean de Pie de Port, desde donde comenzaba el ascenso al Pirineo, camino de Orreaga/Roncesvalles, bien por el valle de Luzaide-Valcarlos, bien por las cumbres pirenaicas, bordeando el Urkulu, con su torre-trofeo romana, para seguir entre Ortzanzurieta y Astobizcar hasta Lepoeder e lbañeta.
En la actualidad, el ramal más transitado es el que hace su entrada en Navarra por Luzaide/Valcarlos, villa que debe su nombre castellano a Carlomagno -Valle de Carlos-, en recuerdo de la célebre batalla de Roncesvalles, mientras que su denominación euskaldún parece derivar de Luze bidea -camino largo-, en clara referencia al jacobeo. Su parroquia dedicada a Santiago y un monumento a los peregrinos -de Jorge Oteiza- recuerdan su importancia jacobea. Tras el largo y angosto ascenso del puerto de Luzaide, se llega al alto de lbañeta, donde una pequeña ermita y un monumento recuerdan que aquí se instaló el primitivo monasterio de San Salvador, trasladado entre 1127 y 1134 a Roncesvalles”.
Siempre insistiremos en que el peregrino que no tenga conocimientos de alta montaña, SIEMPRE habrá de ir por Valcarlos. Hacerlo por el Lepoeder puede acarrearle consecuencias indeseables a poco que se descuide. Y que conste que no exageramos absolutamente nada.
SAINT-JEAN PIED-DE-PORT – ORREAGA/RONCESVALLES  27.01.08  




Al atravesar los Pirineos, unos años nos encontraremos más nieve y otros menos. No obstante, debemos tener muy en cuenta que accedemos al poderoso murallón por su cara norte y descendemos hacia Roncesvalles por su cara sur por lo que podemos encontrarnos con placas de hielo en la parte francesa y con nieve relativamente blanda y pastosa en la bajada. Debemos llevar unos pequeños crampones en previsión de tener que pasar, forzosamente, por alguna placa de hielo (seguimos insistiendo en que sólo deberán subir por el Lepoeder –en invierno- aquellos que estén acostumbrados a la alta montaña y a vivaquear en condiciones “extremas”).
SAINT-JEAN PIED-DE-PORT – RONCESVALLES (por Lepoeder)  23.12.06 


La subida al Alto do Poio (justo desde Padornelo) es normalmente dura; pero en caso de nevada fuerte ya no es que sea dura sino que es muy, pero que muy, dura. La inclinación es considerable y además podemos encontrarnos con una dificultad añadida al llegar arriba. ¿Cuál? Pues algo muy simple y muy molesto al mismo tiempo… “Resulta y acontece” que las máquinas quitanieves, en su trabajo de limpiar la carretera de la nieve caída, tienen unas grandes “chimeneas” por donde expulsan la nieve que van retirando de la calzada. ¡Ya! ¿Y a dónde va a parar esa nieve retirada del asfalto? Pues imagínense: a los arcenes, a los laterales de la carretera. Por supuesto, sería mucho pedir que el trabajador del quitanieves tuviera la delicadeza de no tapar el camino por si algún peregrino quisiera utilizar dicha senda. ¡No! ¡Qué va! ¡Ahí va toda! Luego, el sufrido peregrino del invierno, tiene que “escalar” auténticas murallas del blanco elemento para poder continuar su marcha.
EL CEBREIRO – TRIACASTELA  22.02.07 


Los carámbanos penden, cristalinos, en las inmediaciones de la Fuente de Roldán, pocos metros antes de abandonar el territorio francés. Este trayecto es coincidente, en gran parte, con la Vía Trajana (calzada romana recorrida por sus legiones, por Carlomagno, por las tropas francesas...)
SAINT-JEAN PIED-DE-PORT – RONCESVALLES (por Lepoeder)  22.12.05  


Cuando el blanco manto cubre todo cuanto encuentra, se forman multitud de fantasiosas figuras que, a veces, adquieren aspectos inusuales que parecen, incluso, desafiar la ley de la gravedad. En nuestro caminar hacia Hospital y Padornelo, atravesaremos los últimos bosquetes de hayas, pues estamos en el límite occidental de su área de distribución natural. 
LIÑARES – ALTO DE SAN ROQUE 24.02.06




Ya en España, un cuarto de hora después de haber atravesado la frontera hispano-francesa, causa un cierto sobrecogimiento en el corazón ver constantemente que somos los primeros en hollar el camino después de las recientes nevadas. Esa quietud, ese manto sin pisar, esos claroscuros, ese ramaje adornado por hielos cincelados en la madrugada, nos transportan a mundos oníricos de los cuales somos protagonistas privilegiados.
Estamos en total soledad. Las impresiones se magnifican. Todo es grandioso, espectacular, de ensueño.
SAINT-JEAN PIED-DE-PORT – RONCESVALLES (por Lepoeder)  01.02.11

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